Gabriel García Márquez nunca imaginó que la noche del 12 de febrero del año 1977, mientras se encontraba en una exhibición privada de cine, terminaría con él tendido sobre la alfombra del local con el rostro bañado en sangre. El hecho se produjo cuando el autor de Cien años de Soledad se dirigió a su “amigo”, Mario Vargas Llosa, con los brazos abiertos. ¡Mario...! fue lo que alcanzó a decir porque el peruano lo recibió con un golpe seco en el ojo izquierdo que lo tumbó.
Las desavenencias entre el reciente premio nobel de Literatura 2010 y su segunda esposa, su prima, Patricia Llosa, tuvieron la culpa de este enfrentamiento. Rodrigo Moya, fotógrafo que difundió por primera vez las imágenes de la cara de García Márquez luego de la agresión, señala que "mientras ambas parejas vivían en París, los García Márquez habían tratado de mediar en los disturbios conyugales del autor peruano y su mujer "acogiendo" las confidencias de aquél. Cuando los Vargas Llosa se reconciliaron él supo que sus secretos se habían revelado y se sintió "gravemente ofendido".
Una imagen vale más que mil palabras
El diario mexicano, La Jornada, publicó el día del cumpleaños número 80 de Gabo, dos fotografías en las que se notaba claramente su ojo izquierdo amoratado. El fotógrafo, además, relata las circunstancias de la instantánea en un artículo titulado “La terrífica historia de un ojo morado”. Según Moya, tomó la imagen porque el escritor "quería una constancia de aquella agresión".
La foto fue tomada en la casa del fotógrafo en la colonia Nápoles de México, dos días después del episodio que puso fin a la amistad entre ambos escritores. Moya, mexicano de origen colombiano, recuerda que al verle preguntó qué había pasado y que este se mostró "evasivo" y "atribuyó la agresión a las diferencias políticas que tenían.
García Márquez le pidió que se quedase con las fotos y le enviara copias. "Las guardé 30 años, y ahora que él cumple 80, y son ya 40 de la primera edición de Cien años de soledad, considero correcta la publicación de este comentario sobre el terrorífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda, y otro de contundentes derechazos", concluye Rodrigo Moya.
Supuesta disculpa
Treinta años después de ese episodio, la edición especial de Cien años de soledad, editada por Alfaguara y la RAE, verá la luz con un prólogo que escribió Vargas Llosa en 1971. Algunos interpretan que dicho prefacio supone una reconciliación entre ambos literatos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario